sábado, 3 de enero de 2015

La lógica del entretenimiento y la creación del Homo ludens



          Los seres humanos buscamos de manera instintiva el placer, el goce y la comodidad. El uso del tiempo libre es siempre a favor del ocio y el entretenimiento. Todo aquello que nos causa entretenimiento, lo reproducimos en nuestras vidas hasta el momento en que deja de cumplir esa función. Nunca antes en la historia de la humanidad, habían existido tan diversas formas de entretenimiento. “Una infatigable tendencia compulsiva a la diversión cubre con su manto todos los lugares de la socialización mediática” (Abruzzese y Miconi, 2002).
 Los medios de comunicación y las industrias culturales parecen haber determinado que su función en la vida es la lucha contra el aburrimiento. La sociedad moderna le rinde culto exacerbado al entretenimiento. La cultura hedonista que rige nuestra época, nos incita a la obtención del placer como objetivo o finalidad de la vida. Los propósitos y las metas a perseguir en nuestra vida son segundo término después de la constante búsqueda del placer. Mientras el placer este siempre presente, lo demás, es lo de menos. Incluso nuestras metas y responsabilidades las trazamos en base los principios hedonista, puesto que esperamos placer a cambio del cumplimiento de estas; aunque eso sea parte de la naturaleza del hombre.
El entretenimiento sirve para llenar el vacío de sujeto en nuestras sociedades. Nos propone seducción, conformidad, afectos. Su lógica es asumir la vida en sí misma como un mecanismo de entretenimiento. No debe existir espacio para el aburrimiento que genera la cotidianidad de nuestras vidas, y el aburrimiento debe cubrir ese tiempo de nuestras vidas.
Como lo mencione al principio del texto, la herramienta fundadora de esta lógica son los medios de comunicación. Las culturas mediáticas nos proponen vivir la vida como una película, en la cual cada uno puede ser la estrella porque supuestamente el entretenimiento es el propósito de la vida, la felicidad del sujeto (Rincón, 2006).  Para esto debemos vivir intensamente emocionados, sintiéndonos dueños de nuestras formas de entretenimiento, viviendo activamente en las culturas mediáticas con la sensación de convertirnos en cualquier momento en celebridades.
Las culturas mediáticas operan bajo el orden de la espectacularización de la vida y de la realidad. De esta manera Las estéticas mediáticas los mundos de la vida desde la lógica del entretenimiento al proponer goces, afectos, historias para encantar el tedio de una sociedad llena de racionalidades productivas (Rincón, 2006)
 El glamour, la imagen, las buenas formas y todo aquello que pueda impresionar nuestros sentidos y marcar una tendencia, son bienvenidos. El reclutamiento de los productos y las formas de contenido mediático se basa en todo aquello que pueda caber en el gusto del grueso de la audiencia; del hombre masa.
Las estéticas mediáticas basan su éxito en la apuesta al gusto común y generalizado. Un contenido de fácil comprensión que pueda distraer y encantar a una gran parte de la audiencia. La audiencia exige un contenido que carezca de información compleja, ya que en ese momento, su finalidad es entretenerse y pasar un rato ameno que los distraiga de los problemas de la vida diaria y la el esfuerzo físico o intelectual que realizan en sus trabajos y obligaciones.
El entretenimiento es, entonces, la celebración de la ligereza, del lenguaje envolvente destinado a manifestar su superficie lúdica, mundana, estética y fetichista (Abruzzese y Miconi, 2002). La lógica del entretenimiento es posible de comprender por oposición al arte y a lo culto (Gabler, 2000) 
Esta nueva civilización mediática-basada en la lógica del entretenimiento- está creando un nuevo sujeto de características frívolas que solo busca comodidad, placer y entretenimiento sin requerir  mucho esfuerzo. “La comunicación mediática está inventando su propio mundo de la vida- entretenido y efímero- y su propio sujeto cultural- individualista y exhibicionista (Gabler, 2000).
 Este imperio del entretenimiento, mirado críticamente, ha producido un individuo bien extraño: “superficial, excitable y al mismo tiempo amorfo; indiferente al valor de la memoria humanista. Es incluso un nuevo tipo  antropológico. Ignorante, poco reflexivo e inculto. Arrastrado por los remolinos del entretenimiento y por eso mismo distraído de la urgencia de los problemas sociales. Pasivo pero también frívolo, obtuso, atraído por los asuntos mundanos, por la apariencia, por el esplendor fácil del flujo catódico. Es el homo ludens (Abruezze y Miconi, 2002).  

El homo ludens es el ser de nuestro tiempo. Ese creado por las culturas mediáticas. Su nuevo sujeto cultural, pero de igual forma y repercusión, el nuevo ciudadano del siglo XXI y el nuevo ejemplar de nuestra especie en la era capitalista. Un sujeto que cuya sensibilidad y raciocinio solo le alcanzan para aprecia la cultura light. Se siente atraído únicamente por aquello que le genera placer y facilidad de comprensión. Deja de lado lo abstracto por lo concreto y solo reacciona la novedad y el estímulo. Encuentra en el placer y el entretenimiento, el propósito fundamental de su existencia.

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