Es
sorprendente que alguien que condenaba el egoísmo como motor del comercio económico
haya multiplicado su fortuna a través de especulaciones, gracias a las cuales
pudo vivir sin preocupación alguna. ¿Pero quién no tiene contradicciones? Acaso
sea justamente por eso que John Maynard Keynes pudo analizar las
contradicciones del capitalismo, basándose en las propias, para luego
desarrollar un instrumental que permitiera hacer funcionar mejor al sistema.
El factor desencadenante de la
eficaz teoría de Keynes fue un hecho pavoroso: la depresión económica de los
años treinta había dejado a millones de personas sin trabajo, y debido a esto
en diversos países de Europa el desempleo alcanzaba el 30%. Era más terrible
aun que tanto los gobiernos como los economistas no iniciaran ninguna acción en
contra de este proceso sino que siguieran confiando en la autorregulación de
los mercados.
En este breve ensayo analizaremos
las políticas Keynesianas que salvaron al mundo y a los Estados Unidos de la
gran depresión.
Teoría marginalista
La teoría marginalista, surgida a mediado del siglo XIX,
afirmaba, entre otras cosas, que el desempleo era voluntario o involuntario. El
desempleo voluntario se debía a dos cosas:
el primero era el tiempo que tardaba un trabajador en trasladarse de un
empleo a otro; y el segundo radicaba en el tiempo de preparación que pasaban
los jóvenes en las universidades antes de que estuvieran aptos de encontrar un
empleo. El empleo voluntario hacía mención a la libre elección de los
trabajadores a al ocio por encima del trabajo o por otra forma, era provocado
por las trabas de las relaciones sociales de producción como el salario mínimo
o los acuerdos contractuales por poner un par de ejemplos.
Si el Estado o los sindicatos no
intervinieran en la economía, los salarios pudieran bajar tanto que el
desempleo pudiera desaparecer de manera absoluta, ya que los dueños de negocios tuvieran la solvencia
suficiente para contratar más personal.
Keynes refuto esta tesis de la escuela
marginalista. Alcanzo a apreciar que el desempleo se podía volver permanente y
no solo temporal. A salarios más bajos, los trabajadores tampoco consiguen
empleo ya que ante el poco dinero que recibiría la clase trabajadora, la
demanda sería insuficiente y por ende las empresas no conseguirían el ingreso
necesario para emplear tanto personal.
La demanda efectiva
Según los marginalitas, el motor que
da movimiento al sistema, se encuentra en la oferta de bienes de la economía,
en la producción que se realiza en las fábricas. La ley de Sey dice “Toda oferta crea su
propia demanda”. En el mercado siempre habrá demanda para los bienes que se
producen. Cada bien producido encontrara su respectivo consumidor.
Keynes va a refutar la ley de Sey concluyendo
que “es la demanda la que crea la
oferta”. No es cierto que los bienes producidos encontraran siempre quien
quiera comprarlos. Son las demandas de los consumidores las que determinaran
los tipos de bienes que se deben producir en el mercado.
El consumidor es el que tiene el
poder de discriminación sobre los bienes que se ofrecen en el mercado en pleno
usos de sus capacidades adquisitivas. La oferta del mercado se regirá por la
demanda de los consumidores.
Oferta y demanda del capital
La demanda de bienes que produce una
economía se da por dos razones: el consumo y la inversión. El sueldo de los
trabajadores y las ganancias de los empresarios les permiten consumir bienes
para satisfacer sus necesidades y deseos. Parte de los ingresos que reciben las
familias es reservado al ahorro. La otra parte que es destinado al consumo se
denomina Propensión a consumir.
La relación entre ingreso y
propensión al consumo es inversamente proporcional, ya que a mayor ingreso, es
mayor la cantidad que se reserva para el ahorro. La ecuación concluye en que a
mayor ingreso menor propensión al consumo. En las sociedades más desiguales
existe una menor propensión al consumo, puesto que las clases privilegiadas
concentrar una mayor parte de la fortuna.
El segundo factor de la demanda es
la inversión. Los empresarios demandan bienes de inversión para poder seguir
produciendo bienes de consumo para el mercado. Cuando los empresarios prevén
que la economía no marchara al ritmo deseado, dejan de invertir en bienes de
inversión. Como consecuencia la producción y los salarios bajan, y se reduce el
personal. Keynes llamara a esto “los espíritus animales de los empresarios”.
Keynes afirma que si el Estado no
interviene estimulando la demanda en tiempos de crisis, el mercado no podrá
producir el equilibrio deseado y por ende caería en el colapso. El Estado debe
velar por la estabilidad macroeconómica, inyectando gasto público para que
genere la demanda suficiente para librar la crisis.
El Estado y su rol central como
impulsor de la demanda
El Estado dispone de dos
herramientas para estimular la demanda: la política fiscal y monetaria. La
primera se basa en el manejo de gasto público y de impuestos. Con inversión en
obras públicas e infraestructura, el Estado aumenta el componente de inversión,
complementando la inversión privada. Así, los trabajadores contratados disponen
de ingreso para el consumo. Es en tiempos de crisis cuando la inversión pública
debe salvar la nave y no dejar caer la economía. Se debe aumentar el gasto
público, reducir impuestos, reducir el desempleo y aumentar salarios hasta que
la economía regenere su situación normal.
Los empresarios no solo calculan la
rentabilidad que les generara la compra de maquinaria e inversiones, también lo
hacen comprando sus ganancias con la tasa de interés. Esto tiene que ver con la
segunda herramienta del Estado sobre la estimulación de la demanda, que es, la
política monetaria. A mayor tasa de interés es mayor la inversión a plazo fijo
que genera ganancias a los inversionistas, pero esta, a su vez y en
contraparte, ahuyenta la inversión productiva, puesto que el costo de un
crédito para que los empresarios modernicen su capital productivo, no sería
factible.
Para alentar la reducción de la tasa
de interés, aumentar la inversión productiva y con ella, la demanda efectiva y
el empleo; Keynes propone que el Estado promueva una política monetaria
expansiva. Mediante la emisión de billetes y monedas, y su inyección en la economía, el Estado logra
reducir la tasa de interés. Si hay mucho dinero en la economía, el precio de
ese dinero, es decir, la tasa de interés, tiende a caer. Una taza de interés
baja, estimulara a los empresarios a endeudarse con los bancos e invertir, lo
que aumentara la producción, la demanda efectiva y el empleo.
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