martes, 6 de enero de 2015

John Maynard Keynes, el salvador del capitalismo




           Es sorprendente que alguien que condenaba el egoísmo como motor del comercio económico haya multiplicado su fortuna a través de especulaciones, gracias a las cuales pudo vivir sin preocupación alguna. ¿Pero quién no tiene contradicciones? Acaso sea justamente por eso que John Maynard Keynes pudo analizar las contradicciones del capitalismo, basándose en las propias, para luego desarrollar un instrumental que permitiera hacer funcionar mejor al sistema.
            El factor desencadenante de la eficaz teoría de Keynes fue un hecho pavoroso: la depresión económica de los años treinta había dejado a millones de personas sin trabajo, y debido a esto en diversos países de Europa el desempleo alcanzaba el 30%. Era más terrible aun que tanto los gobiernos como los economistas no iniciaran ninguna acción en contra de este proceso sino que siguieran confiando en la autorregulación de los mercados.
            En este breve ensayo analizaremos las políticas Keynesianas que salvaron al mundo y a los Estados Unidos de la gran depresión.

Teoría marginalista

La teoría marginalista, surgida a mediado del siglo XIX, afirmaba, entre otras cosas, que el desempleo era voluntario o involuntario. El desempleo voluntario se debía a dos cosas: el primero era el tiempo que tardaba un trabajador en trasladarse de un empleo a otro; y el segundo radicaba en el tiempo de preparación que pasaban los jóvenes en las universidades antes de que estuvieran aptos de encontrar un empleo. El empleo voluntario hacía mención a la libre elección de los trabajadores a al ocio por encima del trabajo o por otra forma, era provocado por las trabas de las relaciones sociales de producción como el salario mínimo o los acuerdos contractuales por poner un par de ejemplos.
            Si el Estado o los sindicatos no intervinieran en la economía, los salarios pudieran bajar tanto que el desempleo pudiera desaparecer de manera absoluta, ya que los  dueños de negocios tuvieran la solvencia suficiente para contratar más personal.
            Keynes refuto esta tesis de la escuela marginalista. Alcanzo a apreciar que el desempleo se podía volver permanente y no solo temporal. A salarios más bajos, los trabajadores tampoco consiguen empleo ya que ante el poco dinero que recibiría la clase trabajadora, la demanda sería insuficiente y por ende las empresas no conseguirían el ingreso necesario para emplear tanto personal. 

La demanda efectiva

            Según los marginalitas, el motor que da movimiento al sistema, se encuentra en la oferta de bienes de la economía, en la producción que se realiza en las fábricas. La ley de Sey dice “Toda oferta crea su propia demanda”. En el mercado siempre habrá demanda para los bienes que se producen. Cada bien producido encontrara su respectivo consumidor.
            Keynes va a refutar la ley  de Sey concluyendo que “es la demanda la que crea la oferta”. No es cierto que los bienes producidos encontraran siempre quien quiera comprarlos. Son las demandas de los consumidores las que determinaran los tipos de bienes que se deben producir en el mercado.
            El consumidor es el que tiene el poder de discriminación sobre los bienes que se ofrecen en el mercado en pleno usos de sus capacidades adquisitivas. La oferta del mercado se regirá por la demanda de los consumidores.

Oferta y demanda del capital

            La demanda de bienes que produce una economía se da por dos razones: el consumo y la inversión. El sueldo de los trabajadores y las ganancias de los empresarios les permiten consumir bienes para satisfacer sus necesidades y deseos. Parte de los ingresos que reciben las familias es reservado al ahorro. La otra parte que es destinado al consumo se denomina Propensión a consumir.
            La relación entre ingreso y propensión al consumo es inversamente proporcional, ya que a mayor ingreso, es mayor la cantidad que se reserva para el ahorro. La ecuación concluye en que a mayor ingreso menor propensión al consumo. En las sociedades más desiguales existe una menor propensión al consumo, puesto que las clases privilegiadas concentrar una mayor parte de la fortuna.
            El segundo factor de la demanda es la inversión. Los empresarios demandan bienes de inversión para poder seguir produciendo bienes de consumo para el mercado. Cuando los empresarios prevén que la economía no marchara al ritmo deseado, dejan de invertir en bienes de inversión. Como consecuencia la producción y los salarios bajan, y se reduce el personal. Keynes llamara a esto “los espíritus animales de los empresarios”.
            Keynes afirma que si el Estado no interviene estimulando la demanda en tiempos de crisis, el mercado no podrá producir el equilibrio deseado y por ende caería en el colapso. El Estado debe velar por la estabilidad macroeconómica, inyectando gasto público para que genere la demanda suficiente para librar la crisis.

El Estado y su rol central como impulsor de la demanda

            El Estado dispone de dos herramientas para estimular la demanda: la política fiscal y monetaria. La primera se basa en el manejo de gasto público y de impuestos. Con inversión en obras públicas e infraestructura, el Estado aumenta el componente de inversión, complementando la inversión privada. Así, los trabajadores contratados disponen de ingreso para el consumo. Es en tiempos de crisis cuando la inversión pública debe salvar la nave y no dejar caer la economía. Se debe aumentar el gasto público, reducir impuestos, reducir el desempleo y aumentar salarios hasta que la economía regenere su situación normal.
            Los empresarios no solo calculan la rentabilidad que les generara la compra de maquinaria e inversiones, también lo hacen comprando sus ganancias con la tasa de interés. Esto tiene que ver con la segunda herramienta del Estado sobre la estimulación de la demanda, que es, la política monetaria. A mayor tasa de interés es mayor la inversión a plazo fijo que genera ganancias a los inversionistas, pero esta, a su vez y en contraparte, ahuyenta la inversión productiva, puesto que el costo de un crédito para que los empresarios modernicen su capital productivo, no sería factible.
            Para alentar la reducción de la tasa de interés, aumentar la inversión productiva y con ella, la demanda efectiva y el empleo; Keynes propone que el Estado promueva una política monetaria expansiva. Mediante la emisión de billetes y monedas, y  su inyección en la economía, el Estado logra reducir la tasa de interés. Si hay mucho dinero en la economía, el precio de ese dinero, es decir, la tasa de interés, tiende a caer. Una taza de interés baja, estimulara a los empresarios a endeudarse con los bancos e invertir, lo que aumentara la producción, la demanda efectiva y el empleo.



            

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