La vida
urbana de nuestro tiempo es marcada por el vértigo y el estímulo. La
espectacularización de la vida, el culto a la inmediatez, la imagen y los
méritos fáciles, caracterizan el estilo de vida de nuestras sociedades
contemporáneas. Las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación, mas
orientadas al entretenimiento, han generado sujetos estimulados desde el
nacimiento, cuyo mundo al nacer se les presenta en concreto, y que por ende, al
crecer, tiende a sentir rechazo por lo abstracto.
Como dice Geovanny
Sartori (1997) La televisión es la primera escuela del niño (la escuela
divertida que precede a la escuela aburrida); el niño formado en la imagen se
reduce a ser un hombre que no lee y
por tanto, la mayoría de las veces, es un ser reblandecido por la televisión,
adicto de por vida a los videojuegos. Esta cita nos ayuda a entender la
programación mental de los sujetos de nuestra era moderna. Sujetos adulados por
estímulos audiovisuales que condicionaran una existencia estoica y atraída por la banalidad, el glamour, la inmediatez y el
poco esfuerzo.
Los jóvenes y adolescentes del siglo XXI son la primera
generación nacida en el boom de las nuevas tecnologías. Gracias a eso, son
sensibles a ellas y al predominio de la imagen. El nacer en este contexto de la
historia, y el ser introducido al mundo de la mano de las nuevas tecnologías y
dispositivos electrónicos, ha transformado los estilos de vida y las formas de
socialización.
Al cambiar los estilos de vida, las formas de socialización
también se ven afectadas. Internet ha creado un espacio virtual para la
socialización. Históricamente la convivencia en persona, y la comunicación cara
a cara predominaba en las formas de convivencia entre las personas. Las redes
sociales (Facebook, twitter, whatsapp) han
venido a reconfigurar este proceso. Las prácticas sociales comunes se trasladan
del espacio físico al espacio virtual, y con ello se generan nuevas formas de
reproducción cultural.
Las redes sociales son un espacio público en el que cada
usuario puede tiene derecho a poseer su cuenta privada. Esto le da derecho a
publicar fotos, compartir experiencias, pensamientos, deseos e inquietudes. A
su vez le permite estar en constante interacción con sus propios amigos y
acceder a sus perfiles personales. La fotografías y los Estados personales son
ahora materia de escrutinio público y por ser generadores de opiniones y temas
de conversación, son un perfecto motivo para la convivencia.
Los jóvenes
viven más en el nivel de los signos que en realidades concretas (Rioseco, 2002)
Para ellos interpretar y conceptualizar a un individuo o un fenómeno, las
actividades simbólicas (fotos,
pensamientos, formas, estilos de vida) juegan un rol importante. Al ser los
jóvenes y adolescentes sujetos susceptibles al estímulo, basta que las formas y
los simbólicos sean bien encausados para provocar una fuerte impresión. Al
vivir en un contexto donde predomina el estímulo, la imagen y las buenas formas
tienen más peso si se quiere provocar una concepción en la mente de los jóvenes.
Su manera de concebir la realidad y las cosas, podrá ser frívola, pero esto
también se debe- además de vivir en una realidad dominada por el estímulo- al
poco tiempo que las personas disponen para conocerse.
Cada ser humano lucha contra el anonimato. Busca validación y
que la sociedad le diga que es inteligente, popular y famoso. Los jóvenes
buscan un espacio para el reconocimiento, la atención y la expresión; y han
encontrado en las redes sociales el mejor lugar para hacerlo.
La inmediatez de nuestro tiempo, se traslada al área de las
necesidades y deseos personales. Vivimos en la enfermedad de la popularidad. La
gente en general quiere ser famosa de inmediato. Busca identidad y
reconocimiento a través de los likes
de sus fotos y estados. El gozar de esta popularidad y aceptación en las redes
sociales hace sentir a las personas como exitosas y realizadas; pero esto es
ilusorio. Es dejar que los demás te definan y te digan cuan valioso eres. Es
empoderar a los demás a decirnos quienes somos.
Los usuarios de redes sociales la utilizan para vender su
imagen, encontrar aprobación, y combatir, entre otras cosas, la necesidad de
identidad que tienen y la falta de atención en sus vidas. Buscan proyectarse
ante los demás como personas divertidas y dignas de aprecio. Todo en base a
principios cercanos al estímulo y la espectacularización de la personalidad y
alejados de la reflexión, el pensamiento abstracto o todo aquel elemento que no
posea un carácter lúdico.
El problema de las redes sociales es que desvirtúan, te
alejan de lo real y lo verdadero, lo demás son realidades virtuales. Esto
genera incertidumbre sobre su identidad misma. Las redes sociales son un mundo
surrealista; alterno. La realidad virtual es solo un pequeño reflejo de la
realidad material, pero de acuerdo a los tiempos que se viven, tiene el poder
de asemejarla tanto que quizás la diferencia se imperceptible en muchos jóvenes
y usuarios. En nuestro tiempo, Percepciones son realidades, y cinco fotos de
perfil pueden hacer pensar a los demás que eres una persona exitosa,
interesante y divertida; y que tu vida está rodeada de afecto, armonía y
felicidad.
Las redes sociales no son un problema a resolver. Es una
nueva realidad de existencia para las nuevas generaciones.
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