sábado, 7 de febrero de 2015

América latina ante la globalización



          América latina posee la nada honorable distinción como la región más desigual del mundo. Tras 200 años de su independencia, nuestra situación no mejora, y representa todavía un fracaso en el nivel económico y una gran decepción en el aspecto político. La pobreza, la exclusión, la falta de educación y el dominio de un imperio no han podido ser contrarrestadas por la apertura comercial, alternancia política ni por la hegemonía del clero católico.
            La región se ha rezagado en ser productora principalmente de productos primarios con poco valor agregado. La falta de innovación y producción científica  y tecnológica en la región, la tienen estancada en el tercer mundo. El arribo de la globalización, no ha parecido ser el antídoto correcto para la miseria y el rezago. Nuevos líderes políticos de izquierda han surgido en los diferentes países de la región, y a través de sus políticas han decidido ponerle freno a un fenómeno que acusan de depredador, hegemónico y dirigido por los grandes centros financieros del mundo (FMI, BM, OEA etc.).
            Hay elementos para concebir la globalización como una oportunidad para un desarrollo más equilibrado para los países tercermundistas. Resucitar el modelo cerrado Estado-Nación resulta inviable; sobre todo a estas alturas de nuestra historia. Pero también es necesario analizar las contrapartes de una globalización mal encausada y desatada a las fuerzas de un libre mercado generador de mayor concentración y desigualdad.
            La globalización es la forma más salvaje de capitalismo que lleva la mundialización principalmente en beneficio de las corporaciones multinacionales. El poder financiero se ha posicionado por encima del poder político y social. Ahora el mercado gobierna y el gobierno gestiona.
            En nuestras sociedades desorientadas. Según una reciente encuesta de opinión, el 64% de las personas interrogadas estimaba “que son los mercados financieros los que tienen más poder hoy en Francia”, por delante de los “políticos” (52%) y de los “medios de comunicación” (50%) (Ramonet, 2004).
            El poder político ha favorecido durante los últimos dos decenios al libre flujo de capitales y a privatizaciones masivas. El Estado se desentiende sus funciones sociales y deja en manos de la iniciativa privada responsabilidades como la salud, educación, trabajo, empleo, inversiones, jubilación, pensiones, cultura y protección del medio ambiente. Por tal motivo, según la más reciente cifra del Banco Mundial, de las doscientas primeras economías del mundo, más de la mitad no son países sino empresas.
            En los años setenta el número de sociedades multinacionales no pasaba de unos centenares; hoy sobrepasa las 40.000. Y si se considera la cifra de negocios global de las 200 principales empresas del planeta, su monto representa más de un cuarto de la actividad económica mundial; sin embargo, estas 200 firmas emplean menos del 0.75% de la mano de obra planetaria (Romanet, 2004).      
            La globalización es la expansión ideológica de la apertura financiera y el libre mercado y con esto, la inserción forzada de las sociedades en el proceso homogeneizador del capital. Es la estandarización mundial de la idea de que el mercado por si solo solucionara todos los problemas de las clases sociales y distribuirá con equidad las ganancias producidas por la economía real.
            En nuestro planeta la quinta parte más rica de la población dispone del 80% de los recursos, mientras que la quinta más pobre solo dispone de menos del 0.5%.
            Optamos aquí por la tesis de Emilio Maspero (AUNA, 1999) al distinguir la globalización y mundialización. “El neoliberalismo que está en la base doctrinal de la globalización, ha demostrado con creces que tiene una dinámica perversa, ya que su aplicación práctica inevitablemente concentra y excluye, generando una especie de darwinismo social implacable y que ahora impacta toda la humanidad. Una muestra de la hiperconcentración de la riqueza y de las finanzas la hizo el informe de PNDU… (De la ONU, del año 1997), cuando demostró que unos  358 individuos disponen de más recursos que casi la mitad de la población del mundo” (Maspero, AUNA, 1999).
            El enriquecimiento de una clase dominante es lo que impulsa a la globalización a expandirse a nivel mundial. Nunca los dueños del planeta han sido tan pocos ni tan poderosos. Estos grupos están situados en la triada- USA, Europa y Japón-, y la mitad de ellos está radicado en Estados Unidos. Dueños de grandes firmas multinacionales, corporaciones e instituciones financieras mundiales, revitalizan el fenómeno globalizador a costa de su beneficio. Como si el crecimiento de empresarios y comerciantes fuera a traer de manera automática el mejoramiento de nivel de vida a la población en general. La respuesta a los problemas sociales se deja a la mano invisible del mercado, mientras que se sigue consolidando el núcleo de la tripolaridad geoeconómica mundial, que se reparte el 71.9% del producto grupo global del planeta: La unión Europea (29.3%), Estados Unidos (25.2%) y Japón (17.4%), según datos del financial times (2-IX-1989).
            México es un claro ejemplo de como la globalización ha estimulado la concentración de la riqueza y la desigualdad. En 1994 el número de mexicanos supermillonarios según la revista Forbes era de 24. Esto refleja un crecimiento geométrico si se considera que en 1991 figuraron únicamente dos, al año siguiente esa cifra se elevó a 7 y en 1993 llego a 13, lo que significa en 1994 otros 11 acumularon una riqueza que, en moneda nacional, equivale por lo menos 3 mil 390 millones de nuevos pesos per cápita, al tipo de cambio de ese momento. En la actualidad México ocupa el cuarto sitio entre los países con más multimillonarios, después de Estados Unidos, Alemania y Japón (Monroy M; 1995:27).
            En el caso de los países latinoamericanos, estamos viviendo una profunda crisis económica, política y de valores, de dimensiones tal vez nunca antes vista en la época contemporánea. De esta crisis no está emergiendo un esquema nuevo, liberador de la opresión colonial. La globalización está reforzando la dependencia del modelo neoliberal, que está acentuando las diferencias socioeconómicas.
            Las consecuencias de este modelo neoliberal las estamos experimentando con claridad. La población latinoamericana contenía en 1993 un 32% de hombres y mujeres en la pobreza, según el SELA. De esa población, un 10% se encuentra en desempleo abierto y cerca de un 50% de la población económicamente se encuentra en el subempleo.         
            La situación está muy lejos de resolverse bajo la perspectiva de este modelo, aunque existen logros relativos bajo el compromiso de la Declaración del Milenio de abatir la pobreza al 50% en 2015. Simplemente los 196 millones de latinoamericanos que viven en la pobreza (con ingresos inferiores a los 60 dólares mensuales, de entre los cuales hay 94 millones en situación de pobreza extrema) y el eso ingente de una deuda externa alrededor de 530 mil millones de dólares no han encontrado opciones de salida en este modelo; al contrario, en las dos últimas décadas tanto la pobreza de los habitantes como la deuda externa se han incrementado de manera notable, paralelamente al crecimiento de las fortunas de un puñado de millonarios (Medina, 2012).
            Para el 2008, según la CEPAL, el 33.2% de los latinoamericanos Vivian en pobreza (definido como no tener suficientes ingresos para satisfacer sus necesidades básicas), de los cuales el 12.9% se encontraba en situaciones de extrema pobreza; ello quiere decir que uno de cada tres latinoamericanos era pobre, y uno de cada ocho vivía en extrema pobreza (definido como no ser capaz de cubrir sus necesidades nutricionales básicas, aun si gastaran todo su dinero en alimentos) (CEPAL, 2008). Y junto a esto, seriamos la región más desigual del mundo.
            Ante el duro embiste que ha representado el fenómeno de la globalización en América latina, retomamos de nuevo las ideas de Emilio Masero cuando, en el marco necesario de la mundialización, habla de la necesidad de realizar un proyecto propio los latinoamericanos y caribeños que genere una arrolladora dinámica centrípeta. Es necesario que los líderes de la región implementen políticas regionales que sirvan de contrapeso al fenómeno neoliberal. El ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América) es una alternativa que hasta el momento ha sido insuficiente.
            Lo ideal es buscar un proyecto de integración con características latinoamericanas, no subordino al destino manifiesto del Norte. Mientras que el ALCA (Alianza del libre comercio de las Américas) representa la globalización, el otro proyecto es de índole y alcances comunitarios. Solo un proyecto con estas características, que sirva como contra respuesta a las consecuencias que ha traído el neoliberalismo en nuestra región, es la mejor respuesta y propuesta para una inserción activa, creativa con nuestra propia identidad y determinante dentro de un inevitable proceso de interdependencia mundializante.  



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