Sigmund Freud ha sido el psicólogo más controvertido que
conocí en mi época de estudiante universitario. Algunos de mis profesores lo
consideraban un científico del más alto nivel y que la humanidad estaba en
deuda con el por sus grandes aportes a la psicología. Por otro lado, un
profesor en Colombia nos advertía no citarlo como referente teórico en los
ensayos que hacíamos sobre semiótica. Nos comentó que las teorías del inventor
del psicoanálisis eran obsoletas y habían sido refutadas y descalificadas desde
hace años.
Aun con la
disyuntiva que generan, las teorías del psicólogo suizo fueron tuvieron un gran impacto en la vida social de
su tiempo y siguen siendo un referente para todos los estudiantes de psicología.
Su teoría del subconsciente es considerada imprescindible si uno quiere
entender lo que es el ser humano.
Para hacer
una síntesis del psicoanálisis y entenderlo de manera general, debemos partir
de que Freud pensaba que existe una tensión entre el ser humano y el entorno de
este ser humano. Mejor dicho hay una contradicción entre los instintos y
necesidades del hombre y las demandas del mundo civilizado. Este choque de
fuerzas provoca una represión en el ser humano, el cual no puede cumplir sus
necesidades más instintivas por las normas morales y cívicas del mundo en el
que se ve inmerso.
Freud
demostró que esas necesidades básicas o fundamentales pueden disfrazarse o
enmascararse y, de cierto modo, dirigir nuestros actos sin que nos demos cuenta
de ello. Consideraba la infancia como la etapa más importante del desarrollo
humano, y atribuía que muchas formas de neurosis o enfermedades psíquicas
podían tener su origen en conflictos de la infancia.
Modelo
estructural del aparato psíquico
Los seres humanos, como
cualquier ser vivo, poseemos instintos que estimulan nuestro comportamiento. El
placer es algo inherente a nuestros
instintos, si algo nos gusta, podemos descubrirlo sin el uso de la
razón, y por tal forma seguir persiguiendo aquello que nos genera placer.
Taparse del frio, beber agua cuando estamos sedientos, sentir atracción por el
sexo opuesto son características propias de nuestros instintos y del placer.
Este principio de los instintos o del placer dentro de nosotros mismos Freud lo
llamo el ello.
Como seres
humanos no podemos guiarnos únicamente por instintos o por la búsqueda del
placer. Debemos regular ambos para adaptarnos a nuestro entorno, respetar a los
demás y ser aceptado en un mundo civilizado que nos exige un comportamiento
decente. Regulamos nuestro principio de los instintos con arreglo al principio
de la realidad gracias al principio regulador llamado el yo.
Así pues,
puede ocurrir que deseemos algo muy intensamente, y que ese algo el entorno no
esté dispuesto a aceptarlo. Entonces puede suceder que reprimamos nuestros
deseos, los cual significa que intentemos dejarlos a un lado y olvidarlos.
El tercer
principio que Freud señala es el relacionado con los valores morales que el
entorno le incluye al individuo. Se convierte en parte de nuestra conciencia y
nos dice cuando algún deseo es “sucio” o “impropio”. Es lo que Freud llamara el supero yo.
Freud llego
a la conclusión de que la consciencia del hombre solo constituye una pequeña
parte de la mente humana. Lo consciente es como la pequeña punta de un iceberg
que asoma por encima de la superficie. Debajo de la superficie, o debajo del
umbral de la consciencia, está el subconsciente.
Por otro
lado a las cosas que hemos pensado o vivido, que recordamos si nos ponemos a
pensar, Freud las llamo lo preconsciente. La expresión “lo subconsciente” la
utilizo para las cosas que hemos reprimido es decir, cosas que hemos intentado
olvidar porque nos eran desagradables o indecorosas. Si tenemos deseos o
fantasías que resultan intolerables a la consciencia, o para el súper-yo, los
empujamos hasta el sótano, para que se quiten de la vista.
Pero aun
así no logramos librarnos de pensamientos o deseos reprimidos. Nuestro subconsciente
no es una barrera intransitable y por ende vivimos en una constante presión de
pensamientos reprimidos que luchan por emerger del subconsciente. A menudo
decimos o hacemos cosas sin que haya sido esa nuestra intención. De ese modo,
las reacciones subconscientes pueden dirigir nuestros sentimientos y actos.
Al volverse
imposible reprimir por completo nuestros sentimientos al grado de su extinción
total, el justo equilibrio es precisamente no emplear demasiados esfuerzos en
empujar las cosas desagradables hacia el subconsciente. Lo sano es tener una puerta a medio abrir
entre la consciencia y el subconsciente. Un neurótico es justamente una persona
que emplea demasiada energía en mantener lo desagradable alejado de las
consciencia. Se trata a menudo de experiencias o vivencias especiales que esta
persona a toda costa necesita reprimir.
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