lunes, 7 de julio de 2014

Sobre Freud y el psicoanálisis

         

           Sigmund Freud ha sido el psicólogo más controvertido que conocí en mi época de estudiante universitario. Algunos de mis profesores lo consideraban un científico del más alto nivel y que la humanidad estaba en deuda con el por sus grandes aportes a la psicología. Por otro lado, un profesor en Colombia nos advertía no citarlo como referente teórico en los ensayos que hacíamos sobre semiótica. Nos comentó que las teorías del inventor del psicoanálisis eran obsoletas y habían sido refutadas y descalificadas desde hace años.
            Aun con la disyuntiva que generan, las teorías del psicólogo suizo fueron  tuvieron un gran impacto en la vida social de su tiempo y siguen siendo un referente para todos los estudiantes de psicología. Su teoría del subconsciente es considerada imprescindible si uno quiere entender lo que es el ser humano.
            Para hacer una síntesis del psicoanálisis y entenderlo de manera general, debemos partir de que Freud pensaba que existe una tensión entre el ser humano y el entorno de este ser humano. Mejor dicho hay una contradicción entre los instintos y necesidades del hombre y las demandas del mundo civilizado. Este choque de fuerzas provoca una represión en el ser humano, el cual no puede cumplir sus necesidades más instintivas por las normas morales y cívicas del mundo en el que se ve inmerso.
            Freud demostró que esas necesidades básicas o fundamentales pueden disfrazarse o enmascararse y, de cierto modo, dirigir nuestros actos sin que nos demos cuenta de ello. Consideraba la infancia como la etapa más importante del desarrollo humano, y atribuía que muchas formas de neurosis o enfermedades psíquicas podían tener su origen en conflictos de la infancia.

Modelo estructural del aparato psíquico

            Los seres humanos, como cualquier ser vivo, poseemos instintos que estimulan nuestro comportamiento. El placer es algo inherente a nuestros  instintos, si algo nos gusta, podemos descubrirlo sin el uso de la razón, y por tal forma seguir persiguiendo aquello que nos genera placer. Taparse del frio, beber agua cuando estamos sedientos, sentir atracción por el sexo opuesto son características propias de nuestros instintos y del placer. Este principio de los instintos o del placer dentro de nosotros mismos Freud lo llamo el ello.
            Como seres humanos no podemos guiarnos únicamente por instintos o por la búsqueda del placer. Debemos regular ambos para adaptarnos a nuestro entorno, respetar a los demás y ser aceptado en un mundo civilizado que nos exige un comportamiento decente. Regulamos nuestro principio de los instintos con arreglo al principio de la realidad gracias al principio regulador llamado el yo.
            Así pues, puede ocurrir que deseemos algo muy intensamente, y que ese algo el entorno no esté dispuesto a aceptarlo. Entonces puede suceder que reprimamos nuestros deseos, los cual significa que intentemos dejarlos a un lado y olvidarlos.
            El tercer principio que Freud señala es el relacionado con los valores morales que el entorno le incluye al individuo. Se convierte en parte de nuestra conciencia y nos dice cuando algún deseo es “sucio” o “impropio”. Es lo que Freud llamara el supero yo.
            Freud llego a la conclusión de que la consciencia del hombre solo constituye una pequeña parte de la mente humana. Lo consciente es como la pequeña punta de un iceberg que asoma por encima de la superficie. Debajo de la superficie, o debajo del umbral de la consciencia, está el subconsciente.
            Por otro lado a las cosas que hemos pensado o vivido, que recordamos si nos ponemos a pensar, Freud las llamo lo preconsciente. La expresión “lo subconsciente” la utilizo para las cosas que hemos reprimido es decir, cosas que hemos intentado olvidar porque nos eran desagradables o indecorosas. Si tenemos deseos o fantasías que resultan intolerables a la consciencia, o para el súper-yo, los empujamos hasta el sótano, para que se quiten de la vista.
            Pero aun así no logramos librarnos de pensamientos o deseos reprimidos. Nuestro subconsciente no es una barrera intransitable y por  ende vivimos en una constante presión de pensamientos reprimidos que luchan por emerger del subconsciente. A menudo decimos o hacemos cosas sin que haya sido esa nuestra intención. De ese modo, las reacciones subconscientes pueden dirigir nuestros sentimientos y actos.
            Al volverse imposible reprimir por completo nuestros sentimientos al grado de su extinción total, el justo equilibrio es precisamente no emplear demasiados esfuerzos en empujar las cosas desagradables hacia el subconsciente.  Lo sano es tener una puerta a medio abrir entre la consciencia y el subconsciente. Un neurótico es justamente una persona que emplea demasiada energía en mantener lo desagradable alejado de las consciencia. Se trata a menudo de experiencias o vivencias especiales que esta persona a toda costa necesita reprimir.





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