martes, 1 de abril de 2014

La tiranía de lo fugaz: mercantilizacion cultural y saturacion mediatica



           La paradoja la historia de la humanidad en nuestro tiempo, es que a pesar del poco interés que existe en las nuevas generaciones por conocerla y entenderla, avanza más rápido. Contrario a lo que dicen algunos, no existe un culto a la historia sino un rechazo a que el presente sea historia. Apenas hace diez años, la novedad era poder comunicarme virtualmente con mis amigos gracias a las bondades del internet a través del programa Messenger. Sin duda era una ganancia histórica de las tecnologías de la información; logro que hoy ya es obsoleto.
            Hace diez años era impensable que un compañero de primaria usara celular. Este dispositivo era reservado para los adultos y personas importantes que necesitaban atender llamadas constantemente, por lo que era hasta ridículo que un niño de 12 años contara con el suyo propio. En la actualidad, las nuevas generaciones de niños cuentan con celular con acceso a internet, programas de redes y dispositivos multimedia que les permiten estar conectados en la red a cualquier hora.
            Si la historia avanza más rápido, y las tecnologías de información se superan en tiempo record, es gracias al culto a lo fugaz y a la innovación que se ha gestado como paradigma de nuestro tiempo. Una nación crece en la economía mundial en gran medida por la capacidad de innovación que posee. El que no innova se rezaga en la historia y pierde competitividad en un mundo globalizado. El individuo que no está actualizado con lo nuevo en dispositivos tecnológicos, se le acusa de ignorante, retrograda y aburrido. Somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres, y los tiempos de hoy nos obligan a innovar y avanzar rápido.
            El presente se diluye por su interacción tan próxima con el futuro. La fecha de caducidad en los productos ocupa un breve lapso de tiempo y en ocasiones se ve sorprendida por un asalto tecnológico que acelera su vencimiento. Ahora el mercado y los consumidores le rinden culto a la innovación fugaz y denigran el tiempo de vida de los objetos.
La expansión y privatización móvil
            La intensificación tecno mediática condiciona la actual fase del capitalismo y las formas de comunicación, consumo y convivencia de los tiempos actuales. La lógica expansiva del mercado se basa en la comercialización de productos que almacenen una gran cantidad de información, con mayor velocidad y en diminutas presentaciones. Su supervivencia en el mercado radica en la facilidad y utilidad que pueda brindar su capacidad a los usuarios y agentes económicos en la administración de información y eficiencia en la comunicación.
            La digitalización favorece la convergencia de redes y plataformas en un único lenguaje, estableciendo una base para la hibridación de la infraestructura de transmisión de datos, imágenes y sonidos. Vivimos en un mundo donde la transmisión inalámbrica viaja a la velocidad de la luz y no conoce obstáculos. Ahora los teléfonos celulares son capaces de conectarse a internet en espacios públicos y privados. Una simple antena en el techo de nuestras casas puede conectarnos satelitalmente con los sistemas de transmisión televisiva de otros países.
            Vivimos en lo que una nueva fase de comunicación que Raymond Williams predijo hace treinta años: la Privatización móvil: el hogar, el lugar de trabajo, el esparcimiento, y el transporte se vuelven dependientes de una gama de servicios tecnológicos que imponen una conexión incesante. La transmisión inalámbrica a la velocidad de la luz, desconoce obstáculos. Las redes llegaron para apropiarse de casi cualquier lugar.
El placer efímero de los nuevos consumidores
            En la frenética actualidad, las relaciones humanas tienden a virtualizarse o telerrealizarse en el escenario de la mediatización, caracterizado por mediaciones e interacciones basadas en dispositivos teleinformacionales (Sodré en Morales, 2005).  La sociabilidad y las formas de convivencia están mediatizadas por los nuevos dispositivos de las tecnologías de la información y comunicación. Whatsapp ha desplazado los mensajes de textos y las llamadas entre celulares. Facebook y Skype conectan a las personas, volviendo innecesaria una relación cara a cara. La tendencia de las relaciones es a través de la mediatización y no la convivencia física.
            El parámetro con que se mide el valor de la experiencia tiende a ser su capacidad para producir entusiasmo, no la profundidad de sus impresiones. Como oferta cultural seductora, la experiencia debe adecuarse al máximo impacto y a la inmediata obsolencia, despejando el terreno rápidamente para nuevas y apasionantes aventuras (Bauman en Morales, 2005).
            La experiencia se mide por su impacto y no por el legado histórico que pueda heredar. Los nuevos consumidores necesitan productos que les brinden estímulo y diversión inmediata que logre impresionar sus sentidos. Pero es el mismo culto a la fugacidad lo que le resta satisfacción al efecto de los objetos con el paso del tiempo. El uso y el paso del tiempo son asociados con lo aburrido y anacrónico. El tiempo le resta aprecio a las cosas.
            El placer debe tener una breve duración y los objetos de fácil sustitución. La discontinuidad hace que resurjan las maneras alcanzarlo. Los consumidores caen en un círculo vicioso; su placer es satisfecho inmediatamente, pero al volverse efímero, buscan rápidamente una nueva fuente proveedora. El presente es presentado como el pasado, utilizando el placer efímero para disciplinar la cándida conciencia del consumidor.
            El ciclo de vida de los productos tiende a hacer tan corto, gracias a que se ha generado un mercado consumidor saturado y cansado de una oferta disponible incesante. La manera de aproximarse al consumidor también se ha vuelto más efímera. Los spots deben durar menos y captar la atención del consumidor inmediatamente.
            Ante la profusión teleinformacional, buscar la estabilidad es algo anacrónico y arriesgado, porque el lema vigente es lubricar la fuerza innovadora con reposiciones constantes (Morales, 2005:31). El sistema capitalista promueve la innovación como instrumento de movilización de actores económicos y emprendedores que reproduzcan el sistema en escala expansiva.
            Los bienes disponibles en el mercado operan en función de percibirse como limitados, de tal manera que sea necesaria una pronta sustitución que solo una constante innovación puede aliviar.
            El sistema capitalista se ha expandido, teniendo como base de apoyo las nuevas tecnologías de la Información y Comunicación que mediatizan a las sociedades modernas. Una mediatización que enajena a los consumidores en una constante búsqueda por el placer efímero e inmediato, con lo cual la sustitución de bienes se convierta en un hábito constante que estimulen la innovación y el consumo.
            La sociedad ahora se codea entre el desarrollo de las tecnologías y fuerzas productivas y una humanidad automatizada y sobre estimulada, a la cual el consumo le sirve con fuente de satisfacción; aunque esa satisfacción sea poco duradera.
           
                                                                                                                                


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