Un profesor
de que tuve hace un par de años en la universidad, solía decirnos: “la ciencia
no es para las masas”. En efecto, el
conocimiento científico nunca ha sido material que se pueda adaptar al quehacer
de las grandes masas de personas. Es más bien un tópico reservado a un selecto
grupo de hombres que dedican sus esfuerzos intelectuales a la investigación y
producción de estudios de este tipo.
Nuestro problema en los países de
América Latina, es la falta de una cultura que aprecie el conocimiento como un
elemento que despierte curiosidad en los estudiantes y una virtud digna de
admirar en los individuos que lo atesoran en grandes proporciones. Contrario a
esto, a los estudiantes de esta región les
genera apatía profundizar en conceptos, teorías y formulas; de los cuales
demandan, una escueta explicación que les permita entender el tema a manera
simple.
El primer problema del estudio del
conocimiento científico es la simplificación del conocimiento de una ciencia
determinada como método pedagógico que facilite la comprensión de los temas
vistos. La pedagogía hace una loable labor en este caso, pero la complejidad
del conocimiento en algunas áreas de la ciencia tiene que ser estudiado con el
mismo rigor si se quiere realmente tener un dominio sobre él. Acostumbrar a la
mente a un aprendizaje que no conlleve mucho esfuerzo no es la mejor vía para formar
nuevos científicos.
El gran desafío de la pedagogía
actual no es la simplificación de conocimientos que vulgaricen el carácter
complejo de la ciencia. Tampoco es facilitar la transmisión de las ideas,
porque con esto solo se produce la repetición y trivialización del
conocimiento. El reto pedagógico de nuestro tiempo consiste en explotar todas
las potencialidades del pensamiento para conocer y comprender los complejos
problemas de la ciencia y de la cultura nacional y universal.
La tarea principal en América latina
radica en incentivar a los estudiantes, no solo a asimilar lo ya conocido, sino
más bien en lograr que produzcan nuevos conocimientos, con los cuales logren
desarrollar nuestra civilización dependiente de la producción científica,
tecnológica e intelectual de las regiones más desarrolladas del mundo.
El aprendizaje se ve mediado por las
relaciones y condiciones sociales de una civilización que funcionan como
obstáculo o incentivo para que este se logre. Una comunidad acumula y transmite
conocimientos a cada generación mediante una forma de raciocinio; ya sea de
carácter científico o no. Para alcanzar una comprensión completa e integral del
conocimiento científico, es necesario identificar las formas de raciocino con
las que se accede al conocimiento y transformarlas hasta lograr una asimilación
más clara y objetiva.
La calidad del conocimiento depende
del método con el que se llega a él. El método científico se utiliza para
generar mayor validez y precisión a los conocimientos que permitan entender la
realidad y tener un mayor control sobre ella.
Las pedagogías evolucionan según las
necesidades del tiempo en el que sobreviven. Las pedagogías tradicionalistas,
transmisoras de conocimiento del maestro al alumno, han comprobado ser
obsoletas para nuestro tiempo; por ser unilaterales, inflexibles, atentar
contra la curiosidad natural del alumno y crear individuos con escaso
pensamiento crítico. Los métodos simplificadores pueden estimular y facilitar
el conocimiento en los alumnos, pero a mediano y a largo plazo, solo generan un
conocimiento simplista y trivial que no forma el hábito del esfuerzo en el
estudiante. Además de que no responde a las grandes complejidades del estudio
científico de los tiempos actuales.
Ante la competitividad y los niveles
de desarrollo a los que se enfrentan los individuos hoy en día, lo más óptimo
es una pedagogía de lejos de ser repetitiva y simplista, problematice los
saberes y métodos aceptados y estimule la curiosidad, el pensamiento crítico y
la investigación científica en el individuo para que pueda deducir su propio
conocimiento, y no se conforme con el ya aceptado.
La misión de esta pedagogía de la
ruptura es formar en las nuevas generaciones un desarrollo en el intelecto y en
las facultades superiores del ser humano, con un sentido creativo, innovador e
inteligente que les permita enfrentar los complejos problemas de la sociedad
global del presente y del futuro.
Es claro que el aprendizaje en las
nuevas generaciones es muy deficiente. Los resultados en las pruebas
Internacionales comprueban esta hipótesis. Ante un fracaso generacional,
exponencial y constante, vale decir que el poco aprovechamiento académico es
producido por las circunstancias de la sociedad y la educación. Ni el sistema
educativo y ni las condiciones y valores sociales han sido tierra fértil en la
que germinen individuos con mayores virtudes intelectuales.
La solución a un sistema fallido es
remplazo de nuevas formas de racionalidad y un nuevo sistema pedagógico que
permita la comprensión, memorización y aplicación de los lineamientos
conceptuales que cada individuo necesita para desenvolverse exitosamente en su
localidad, nación y sociedad global.
Generalmente el sistema educativo ha
sido analizado aislado de las condiciones sociales y la cultura en la que se
aplica. Este criterio erróneo desliga a la educación de su carácter e
influencia social y no toma en cuenta al individuo como producto de una cultura
y de circunstancias sociales que influyen en su cosmovisión y aprendizaje. Una
educación alejada del sentido social no sabrá apelar a los conocimientos que
deberá impartir ni a los métodos precisos de enseñanza, reproduciendo así la
anémica producción científica y el continuo declive en el aprendizaje de las
nuevas generaciones.
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