“Nada de lo que es
humano me es indiferente”
Gabriel García Márquez
Es en los momentos más críticos, cuando
se ve la grandeza de las personas. Siempre he percibido a Europa como un
continente muy humanitario. Algunas sociedades se distinguen por su
organización, integración, un justo sistema de pensiones, seguro de desempleo,
servicio de salud universal, programas de apoyos sociales, altos niveles de
seguridad y sobre todo un amplio sentido de los derechos humanos.
Pero ante la crisis de migrantes
provenientes principalmente de Siria y otros países, es imposible sostener las
virtudes con las que acabo de describir a este continente.
La guerra de Siria- apoyada por algunos
gobiernos de Europa- cumple ya cuatro años. Las consecuencias han sido
catastróficas: 230 mil vidas se han perdido y 12 millones de personas se han
desplazado, de las cuales 4.5 millones han cruzado la frontera hacia países
vecinos. Turquía acoge a 2 millones de sirios; Líbano a 1.2; Jordania a más de
600 mil; Irak a un cuarto de millón…Y el alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que 400 mil sirios más se preparan
para huir hacia la UE este año y otros tantos el próximo. La crisis migratoria
no ha hecho más que empezar.
La catástrofe humanitaria se encuentra desde hace tiempo en
ebullición. Pero alcanzo dimensiones virales en redes sociales y periódicos de
todo el mundo, con la simbólica fotografía de Aylan Kurdi, un niño de tres años
que fue encontrado muerto en las costas de Turquía tras el naufragio de la
balsa en la que viajaba con sus padres y decenas de refugiados migrantes.
La fotografía fue catalogada en redes
sociales como la imagen de la vergüenza. Este hecho simboliza la tragedia
humanitaria que se vive en Siria y que se ha expandido a Europa.
Esta fotografía tiene que ponernos a
pensar muchas cosas. ¿Qué tiene que seguir pasando para que los gobiernos de
Europa se comprometan ayudar a los refugiados sirios? ¿Cuántos niños e
inocentes más tienen que seguir muriendo en el territorio europeo para
sensibilizar a las sociedades y gobiernos de Europa?
Desde enero, más de 350 mil personas
han llegado a la UE tras cruzar las
aguas del mediterráneo y del Egeo; una cifra 60% superior a la de todo 2014,
según datos de la Organización Internacional para las Migraciones. Dos de cada
tres migrantes siguen la ruta que va de Turquía a las islas griegas, para
después cruzar los Balcanes a pie, tren, autobús-si bien ello supone salir del
territorio de la UE-, para alcanzar el corazón de Europa Central-Alemania,
Holanda o Bélgica- o seguir a los países escandinavos, tradicionalmente más
generosos con quienes solicitan asilo.
Los refugiados sirios viajan a Europa
huyendo del conflicto armado que azota su país. Huyen por su vida, para ponerse
a salvo. Huyen por su supervivencia, porque no tiene más a donde ir.
Lo describe claramente en una
entrevista Kinan Masalmeh, un niño de trece años refugiado en una estación de
tren en Hungría: “por favor ayuden a los sirios, los sirios necesitan ayuda
ahora. Solo paren la guerra, no queremos ir a Europa, solo paren la guerra en
Siria”.
Kinan Masalmeh "Nosotros no queremos ir a Europa. Solo paren la guerra"
Las condiciones los refugiados sirios
deberían avergonzar a los gobiernos y habitantes de los países de Europa. Los migrantes
que llegan y viajan los países de Europa del este son inhumanas y aberrantes.
Personas viviendo en las playas, en las calles, donde no tienen alimento, agua,
ni siquiera donde hacer sus necesidades.
Viajan en balsas inflables de poca calidad, con capacidad
máxima de 18 pasajeros, pero meten en ella 40 o 50. Los traficantes de
migrantes no los acompañan en sus viajes por la zona de los Balcanes, los
abandonan a su suerte solo con algunas instrucciones sobre cómo usar la
embarcación. Les importa hacer negocio con ellos, sus vidas no. Ante tal
situación no resulta extraño que los naufragios sean constantes en las costas
de Turquía y Grecia.
Además de esto, los migrantes tienen que soportar ataques
racistas. Residentes de las islas griegas de Kos y Lesbos, se han manifestado
públicamente contra ellos con agresiones y amenazas. Les incomoda su presencia
porque estropean la actividad turística de esa zona.
Debe ser difícil ser un refugiado sirio. No hicieron la
guerra, pero ellos son los principales afectados. Ante sus ojos, han visto cómo
sus vidas e ilusiones se han destruido por diferencias e intereses políticos
entre los gobiernos de las grandes potencias del mundo. En su huida, han
sentido el rechazo y la falta de compasión de sus hermanos europeos, que lejos
de conmoverse ante su trágica situación y de verlos como iguales, les impiden
viajar, los agreden, les meten el pie para que se tropiecen, los tratan como
criminales y no sienten compasión alguna por sus vidas. Lamentan la
indiferencia de un mundo que los ha olvidado.
Debe ser difícil ser un refugiado sirio, y sentirse como
extraterrestre en su propio planeta.
El destino le puso un reto moral a Europa: ser dignos
anfitriones de miles de inocentes refugiados y darles el trato cálido y humano
que merece cualquier habitante del mundo. De hacerlo, los europeos darían una
gran lección de paz al mundo, y demostraría su gran calidad humana y moral
brindando un ejemplo de compasión, solidaridad y alto sentido de los valores morales que deben
regir la conducta de los hombres.
Es cierto, la crisis económica que ha azotado este continente
en los últimos años ha golpeado severamente la económica y las oportunidades de
gran parte de su población. Su gobierno y su población pueden alegar no estar
listos para recibir a los 800 mil migrantes que se esperan terminen de llegar
este año. Aun así, no se pueden escudar en ese argumento para tapar la
desatención, y el pésimo trato que les han ofrecido a los refugiados del medio
oriente, a los que parecen no reconocer como seres humanos dignos de buena atención.
Pero ante tal desafío, ni los gobiernos ni la sociedad civil
de Europa han estado a la altura. Salvo Alemania, cuyo gobierno ha aceptado
darle cobijo a los migrantes, los gobiernos de los países de Europa del este no
le han dado prioridad a este fenómeno. Habiendo intereses más importantes en
juego, ¿por qué ayudar a un grupo de migrantes y refugiados que no tienen que
comer y dónde dormir? Ese es problema de ellos y la responsabilidad no es
nuestra.
La humanidad nuevamente ha caído bastante bajo. Nuestra venda
individualista nos impide ver el dolor ajeno. Es el triunfo del egoísmo sobre
la solidaridad; de lo frívolo sobre lo relevante; de lo hedónico sobre lo
sensible. Nuestra situación ha rebasado nuestra humanidad.
Algo está mal cuando nos preocupa más cuidar la buena imagen
ante el turismo, que ver a miles viviendo en la miseria y la desesperanza. Es
cuando la crisis de migrantes exhibe nuestra crisis moral.
Posdata.
En 2012 la Unión
Europea gano el premio nobel de la paz. El motivo según los organizadores del
galardón fue “por su contribución durante seis décadas al avance de la paz y la
reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa”.