jueves, 23 de octubre de 2014

La era de la información: Mayor comunicación vs Mayor vigilancia



           La libertad es un derecho fundamental de cada ser humano, el cual la humanidad promueve como referente ideológico como base del bien común. La era moderna se caracteriza por basarse en paradigmas como la igualdad, la libertad y la justicia como paradigmas que deben regir nuestra época. Las luchas de hombres como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Nelson Mandela sirven como ejemplo para recordarle a las nuevas generaciones que dichos valores humanos son una ganancia de la historia.
            En la actualidad, la libertad se ha perpetuado como un derecho humano universal. Cualquier persona que quiera proyectarse como alguien noble ante los demás, se pronunciaría a favor de las libertades fundamentales del hombre. Ningún político que desee la popularidad de sus gobernados confesaría estar en contra de la libertad de culto, expresión o pensamiento. Esto condenaría la carrera política de cualquier funcionario público o jefe de estado y recibiría el rechazo de la comunidad global. Los Estados en la actualidad, se rigen bajo este marco ético; salvo sus honrosas excepciones.
            La era moderna, también llamada la era de la información, se caracteriza por el uso masivo y cotidiano de las Tecnologías de la Información y Comunicación. La expansión de los servicios de internet y la popularidad de las redes sociales, le ha dado un nuevo giro a la comunicación de nuestra época. El hecho de que ahora los usuarios puedan hacer sus propias publicaciones, compartir  y divulgar información y expresarla con su toque personal (memes, hashtags, aplicaciones), le brindan una dosis pluralidad a la comunicación a través del ciberespacio dándole un sentir de mayor libertad y democracia a la vida de los usuarios.
            Julián Assange, fundador de WikiLeaks y actual exiliado político, en su libro Cypherpunks confiesa la dinámica de comunicación mundial en internet en la cual abunda el espionaje por parte de los Estados sobre las publicaciones de los usuarios. Comparto íntegramente un párrafo del primer capítulo del libro:
            “Si nos remontamos a los primeros años de la década de los noventa, cuando el movimiento criptopunk alcanzo su apogeo en respuesta a la prohibición de la criptografía por parte de los Estados, mucha gente tenía la mirada puesta en el poder de internet para ofrecer comunicaciones libres y sin censura. Sin embargo, los criptopunks se percataron de que en combinación con esto existía asimismo el poder para vigilar en tiempo real el poder de las comunicaciones que se efectuaban.”
            En otro párrafo Assange sentencia:
            “La vigilancia es al día de hoy, mucho más evidente que la vigilancia del pasado, y la ejercen en bloque los estadounidenses, los británicos, los rusos y otros gobiernos (contados) como el sueco y el francés. Ahora la ejerce todo el mundo, en prácticamente todos los países, a resultado de la comercialización de la vigilancia masiva, y se ha convertido en una vigilancia totalizadora porque la gente expone en internet todas sus ideas políticas, todas las comunicaciones que establece con familiares y amigos.”
            La era de la información es, entre otras coasas, en la que se vigila todo en internet por parte de los Estados. Al flujo de producción y comunicación masiva, le corresponde una vigilancia del mismo tipo. La libertad y el poder que las nuevas generaciones creían tener, se les coarta discretamente en el silencio, hasta que los intereses de los Estados o los grandes capitales no se vean afectados. El fetichismo por la libertad en el ciberespacio de las nuevas generaciones, se derrumba ante un poder con métodos más sofisticados de represión. Se les dieron los medios pero no la privacidad; el poder pero no la libertad.
            El espionaje que caracteriza la relación entre usuarios y Estado, es la encarnación del panóptico del filósofo francés Michelle Foucault. El control central del panóptico es ver a los que están en las prisiones y que los que están en las prisiones no vean a aquellos que las están viendo. El que ve cosifica al otro, hace del otro un objeto visto, pero no un ser humano. Para el guardia el ser que ve pasa a ser una cosa a vigilar, una cosa a controlar.
            Por lo tanto estamos ahora ante una nueva forma de represión. Los Estados de hoy ya no solo espían a sus Estados enemigos como se acostumbra únicamente en las guerras, el espionaje llega a la sociedad civil; se desconfía de los sujetos y del ambiente en una mayor dimensión; ahora cualquier individuo es un enemigo en potencia.
            Los Estados ven a internet como una enfermedad que afecta su capacidad para definir la realidad. El poder históricamente ha utilizado los medios de comunicación para condicionar la subjetividad de las conciencias de los sujetos de una sociedad y así imponer su verdad. Ahora con la llegada de internet los canales de expresión se ampliaron. Existe más libertad y mayor margen de maniobra pero también más vigilancia. El poder ya no condiciona las subjetividades de los sujetos, pero tampoco las deja florecer.
            Con el uso del espionaje, el poder tiene un método altamente verídico para saber lo que la gente piensa, hace y planea. Esto es una violación al derecho de la privacidad que cada individuo debe poseer. Cualquier Estado que se diga ser democrático miente al utilizar este sofisticado mecanismo de control y represión que marginan las libertades mínimas de los hombres como el derecho a la privacidad.
            Con la llegada de internet, el poder social dio un gran avance en su capacidad de comunicación, organización y circulación de la información; pero con el masivo espionaje no puede gozar de privacidad ni al margen del poder político; por lo que no podrá hacer nada sin que este se entere. La era de la información fracasa en su pretensión de crear una civilización más justa e igualitaria al no permitir la libre circulación de la información, ni la privacidad en las publicaciones de los usuarios sin que los poderes políticos se enteren.