La libertad
es un derecho fundamental de cada ser humano, el cual la humanidad promueve
como referente ideológico como base del bien común. La era moderna se
caracteriza por basarse en paradigmas como la igualdad, la libertad y la
justicia como paradigmas que deben regir nuestra época. Las luchas de hombres
como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Nelson Mandela sirven como ejemplo
para recordarle a las nuevas generaciones que dichos valores humanos son una
ganancia de la historia.
En la actualidad, la libertad se ha
perpetuado como un derecho humano universal. Cualquier persona que quiera
proyectarse como alguien noble ante los demás, se pronunciaría a favor de las
libertades fundamentales del hombre. Ningún político que desee la popularidad
de sus gobernados confesaría estar en contra de la libertad de culto, expresión
o pensamiento. Esto condenaría la carrera política de cualquier funcionario
público o jefe de estado y recibiría el rechazo de la comunidad global. Los
Estados en la actualidad, se rigen bajo este marco ético; salvo sus honrosas
excepciones.
La era moderna, también llamada la era de la información, se caracteriza
por el uso masivo y cotidiano de las Tecnologías
de la Información y Comunicación. La expansión de los servicios de internet
y la popularidad de las redes sociales, le ha dado un nuevo giro a la
comunicación de nuestra época. El hecho de que ahora los usuarios puedan hacer
sus propias publicaciones, compartir y
divulgar información y expresarla con su toque personal (memes, hashtags, aplicaciones), le brindan una dosis pluralidad a
la comunicación a través del ciberespacio dándole un sentir de mayor libertad y
democracia a la vida de los usuarios.
Julián Assange, fundador de WikiLeaks y actual exiliado político, en
su libro Cypherpunks confiesa la
dinámica de comunicación mundial en internet en la cual abunda el espionaje por
parte de los Estados sobre las publicaciones de los usuarios. Comparto
íntegramente un párrafo del primer capítulo del libro:
“Si
nos remontamos a los primeros años de la década de los noventa, cuando el
movimiento criptopunk alcanzo su apogeo en respuesta a la prohibición de la
criptografía por parte de los Estados, mucha gente tenía la mirada puesta en el
poder de internet para ofrecer comunicaciones libres y sin censura. Sin
embargo, los criptopunks se percataron de que en combinación con esto existía
asimismo el poder para vigilar en tiempo real el poder de las comunicaciones
que se efectuaban.”
En otro párrafo Assange sentencia:
“La
vigilancia es al día de hoy, mucho más evidente que la vigilancia del pasado, y
la ejercen en bloque los estadounidenses, los británicos, los rusos y otros
gobiernos (contados) como el sueco y el francés. Ahora la ejerce todo el mundo,
en prácticamente todos los países, a resultado de la comercialización de la
vigilancia masiva, y se ha convertido en una vigilancia totalizadora porque la
gente expone en internet todas sus ideas políticas, todas las comunicaciones
que establece con familiares y amigos.”
La era de la información es, entre
otras coasas, en la que se vigila todo en internet por parte de los Estados. Al
flujo de producción y comunicación masiva, le corresponde una vigilancia del
mismo tipo. La libertad y el poder que las nuevas generaciones creían tener, se
les coarta discretamente en el silencio, hasta que los intereses de los Estados
o los grandes capitales no se vean afectados. El fetichismo por la libertad en
el ciberespacio de las nuevas generaciones, se derrumba ante un poder con
métodos más sofisticados de represión. Se les dieron los medios pero no la
privacidad; el poder pero no la libertad.
El espionaje que caracteriza la
relación entre usuarios y Estado, es la encarnación del panóptico del filósofo
francés Michelle Foucault. El control central del panóptico es ver a los que
están en las prisiones y que los que están en las prisiones no vean a aquellos
que las están viendo. El que ve cosifica al otro, hace del otro un objeto
visto, pero no un ser humano. Para el guardia el ser que ve pasa a ser una cosa
a vigilar, una cosa a controlar.
Por lo tanto estamos ahora ante una
nueva forma de represión. Los Estados de hoy ya no solo espían a sus Estados
enemigos como se acostumbra únicamente en las guerras, el espionaje llega a la
sociedad civil; se desconfía de los sujetos y del ambiente en una mayor dimensión;
ahora cualquier individuo es un enemigo en potencia.
Los Estados ven a internet como una
enfermedad que afecta su capacidad para definir la realidad. El poder
históricamente ha utilizado los medios de comunicación para condicionar la
subjetividad de las conciencias de los sujetos de una sociedad y así imponer su
verdad. Ahora con la llegada de internet los canales de expresión se ampliaron.
Existe más libertad y mayor margen de maniobra pero también más vigilancia. El
poder ya no condiciona las subjetividades de los sujetos, pero tampoco las deja
florecer.
Con el uso del espionaje, el poder
tiene un método altamente verídico para saber lo que la gente piensa, hace y
planea. Esto es una violación al derecho de la privacidad que cada individuo
debe poseer. Cualquier Estado que se diga ser democrático miente al utilizar
este sofisticado mecanismo de control y represión que marginan las libertades
mínimas de los hombres como el derecho a la privacidad.
Con la llegada de internet, el poder
social dio un gran avance en su capacidad de comunicación, organización y
circulación de la información; pero con el masivo espionaje no puede gozar de
privacidad ni al margen del poder político; por lo que no podrá hacer nada sin
que este se entere. La era de la información fracasa en su pretensión de crear
una civilización más justa e igualitaria al no permitir la libre circulación de
la información, ni la privacidad en las publicaciones de los usuarios sin que
los poderes políticos se enteren.